martes, 21 de agosto de 2007
CRITICA DE PEDRO LABRA A "LA CAMINATE"
Lunes 20 de agosto de 2007
Imperdible zambullida en la potencia del butoh
Pedro Labra Herrera
Hace unos ocho años el reverenciado teórico francés Patrice Pavis dictaminó que el butoh (esa singular forma de danza-teatro surgida en Japón a fines de los '50, que fundió las artes escénicas tradicionales del Japón con la danza y la pantomima occidentales y el expresionismo alemán) ya había perdido su oportunidad de legitimarse.
No hay por qué creerles siempre a los semiólogos del arte. La tercera visita a nuestro medio de Makiko Tominaga, en que ofrece su unipersonal "La caminante" (en la Sala Santo Domingo de la Universidad Mayor, viernes 24, sábado 25 y domingo 26 de agosto) es la prueba más fehaciente de que la "danza de la muerte" goza aún de muy buena salud (mientras sus cultores aumentan en su país de origen y en todo el mundo, incluido Chile).
Continuadora directa de la más pura herencia del butoh, la coreógrafa y bailarina nipona es una exponente privilegiada de esta suerte de antidanza teatral ligada al rito y lo trascendente, que con su estética de la crispación y la deformidad corporal busca expresar lo efímero y precario de la existencia tanto como el abismo insondable de la muerte. La joven maestra, con su técnica excepcional y avasalladora carga retenida de energía interior, agrega un factor impensado: a ratos puede ser delicada, sutil, ondulante y hasta muy femenina, sin dejar de parecer una muñeca desarticulada, sufriente, convulsa, fantasmal.
Creado e interpretado por Makiko Tominaga, "La caminante" presenta a un frágil y torturado personaje con su rostro empolvado y los ojos en blanco que, sobrecogido de extrema agitación, pasa por una serie de vivencias en una odisea de crecimiento espiritual, en ruta hacia la sabiduría y serenidad inalcanzables, quizás hacia la vejez, la muerte y una paz incierta.
Ocurre en un espacio vacío y en penumbras, iluminado por zonas de las que la viajera entra y sale, y se acompaña de inquietante música concreta que en el tramo final deriva al pulso rítmico más armónico del jazz contemporáneo.
Con su poética terrible y grotesca, éste es un espectáculo cuya naturaleza obedece sin duda al mundo del inconsciente; es como la concreción escénica de un mal sueño tan enigmático como estremecedor, del que no se puede despertar. El espectador se debe abrir a esta experiencia de somatización del caos dejando de lado toda su racionalidad, para que así ésta pueda provocar en él una turbación semejante al horror sagrado.
"LA CAMINANTE"
Makiko Tominaga
Sala Santo Domingo de la Universidad Mayor,
Viernes, sábado y domingo.
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